La mamma mía

Al pie del genial Hans Christian Andersen. El fue el culpable de la famosa estatua de "La Sirenita". Esta obra suya se representó en el teatro de la ciudad y el rey quedó tan impresionado con el personaje de la sirenita que mandó realizar una escultura encima de un peñasco, las piernas son mitad humanas y mitad una cola de pez. Está dentro del mar.
De un tiempo a esta parte y desde que los últimos acontecimientos cambiaron nuestras vidas, estoy sumida en un duro y lento proceso de adaptación a esta nueva y triste situción. Aunque, rodeadas de gente, nos hemos quedado solas, la una con la otra y la otra con la una. Este concepto de "soledad" que sólo nosotras entendemos porque hemos perdido "lo mismo" o a los mismos, y con tanta pérdida, pues así estamos las dos: perdidas y más unidas que nunca.
Este y otros pensamientos me rondaban durante el viaje a los países escandinavos, tan extraño, tan triste y tan hermoso a la vez. La situación se hacía un tanto rara, el disfrute de los paisajes se mezclaba con el sabor amargo de la nostalgia y la tan ansiada vuelta a casa con regalos en la maleta se empañaba cuando nos percatábamos de que ellos no estarían esperándonos. Y es en esos momentos cuando miro a mi madre y pienso cuánto la quiero, lo orgullosa que estoy de ella por su valentía, por su coraje y le deseo toda la felicidad del mundo.
Y la abrazo y me agarro a ella fuerte y siento miedo, de perderla, y a la vez alivio, porque en ese abrazo los siento a los dos, nos siento a los cuatro, como antes.
Esta es una nueva etapa, con gente nueva, con abrazos nuevos...seguiremos juntas, n unca te dejaré, mamá.